martes, 12 de octubre de 2010

Harakiri

Los pétalos de esa mujer perduran
en el péndulo del reloj cósmico
(que cuelga del sol)
a pesar del tiempo otoñal de su mecerse
en la tempestad .
Adherida: a la ropa
colgada en las terrazas, a los ojos de
la lluvia como meteoros,  a toda la ciudad.

Los pétalos de esa mujer tienen la textura
de la eternidad,  como si una diosa
 hubiese acariciado al pelo de los pétalos de esa mujer.
Pues dudo que no haya sucedido, tanto Afrodita
como Palas Atenea la desnudan para contemplarla y envidiarla.
Cuando anda
dando vueltas por cualquier barrio ,
o en cualquier jardín,
cuando sube o  baja de los colectivos,
en el ramo de la noche, tan lejana de los cementerios,
 para imitar sus gestos o hacer una artesanía
con la forma de su boca , hasta cuando ya está
desnuda, las diosas Olímpicas quisieran desnudarla,
para conocer la forma de su alma,
 y soplarla con
los vientos de su furia
o mojarla con su llanto histérico divino.

 Todo el tallo
poblado de espinas de la flor de esa mujer tras
la mirada de salvia azul de sus ojos cayeron
en el universo como un océano. Los pétalos
de esa mujer son la revelación del amor,
que es para un hombre como la revelación
de la muerte para un niño.

Esa mujer aparte de tener los pétalos azules y
hermosos hasta el infinito, cuando habla,
con voz de abeja, versa chisporroteos de  fuegos
artificiales en el alba de su halo.
Como luciérnagas se disparan, chispas de inteligencia-

Con la daga de de doble filo
templada en polen de su esencia.
!reencarnaré!
!Harakiri!